Aunque suene raro, hoy el centímetro nos permite medir con mayor precisión que la balanza el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares relacionadas con la obesidad. Aparentemente ya no alcanza con tener un peso adecuado a las tablas, sino que debe acompañarse de una circunferencia de cintura que evite el riesgo de enfermar seriamente, como mostraré seguidamente.
Hace ya algún tiempo (1997), la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó a la obesidad entre las enfermedades con características epidémicas. Su decisión está fundamentada en los datos estadísticos que se envían desde casi todos los países del mundo, en especial los occidentales y más industrializados, desde donde se informa que el número de obesos crece actualmente en forma alarmante. Debido a ello se espera que, mientras no se ejerzan acciones que corrijan esta tendencia, la obesidad se irá incrementando rápidamente junto a enfermedades asociadas, como la diabetes, el aumento del colesterol, la hipertensión arterial, etc.
Clásicamente ha sido el peso corporal el referente para definir la obesidad. Aún hoy, su relación con la estatura del individuo permite diagnosticarla a través del llamado Índice de Masa Corporal (IMC). El cálculo se realiza dividiendo el peso por la estatura elevada al cuadrado, siendo 30 el valor de corte que define la obesidad. Esto es así, porque cuando ese valor supera 30, es porque el peso del individuo es lo suficientemente alto en relación a su estatura para llegar a esos límites. ¿Qué otro tejido puede crecer tanto como para dar valores tan elevados como no sea el tejido graso?
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Por lo tanto, se sabe que cuando el IMC supera 30, lo que está elevada es la grasa corporal. Como se ha visto que existe una alta relación entre el IMC y los riesgos de desarrollar las enfermedades referidas (a mayor valor de IMC mayor probabilidad), también se ha constatado que no sólo la cantidad de grasa importa, sino que además tiene mucho que ver su localización.
La medida de la circunferencia de la cintura se ha visto que tiene una altísima relación con la aparición de enfermedades cardiovasculares. Como se sabe, el abdomen prominente es en general patrimonio de los varones, aunque muchas mujeres presentan también esta particular distribución de la grasa corporal.
Cuando esa grasa se deposita en la zona del tronco, en especial dentro del abdomen, el riesgo de sufrir enfermedades coronarias se ve incrementado, aunque la persona no tenga un gran exceso de peso. En general, se sabe que el valor de la circunferencia de la cintura debe ser menor a los 94 centímetros en el varón y menor a 80 centímetros en la mujer, para que no constituyan un incremento en el riesgo cardiovascular.
Para medir la cintura correctamente se necesita nada más que un centímetro (de costurera, por ejemplo), colocarlo a la altura donde el abdomen es más prominente, midiendo allí su perímetro.
La grasa ubicada dentro del abdomen (llamada grasa visceral) se encuentra generalmente rodeando las vísceras y en contacto directo con la circulación sanguínea. Es por eso que, entre quienes tienen vientres prominentes abundan los que muestran valores elevados del colesterol, los triglicéridos o el ácido úrico, la tensión arterial, o el azúcar en la sangre.
Es altamente probable que se hagan diabéticos si hay algún antecedente en la familia, y que presenten estadísticas más elevadas de infartos cardíacos. También los fenómenos de ateroesclerosis se presentan más asiduamente, obstruyendo la luz de las principales arterias.
¿Y todo por la medida de la cintura?
Es que la medida de la cintura simplemente refleja la magnitud de esa grasa visceral y contribuye a predecir su impacto en la salud. Por eso no se extrañe si, cuando visita a su nutricionista, le da más importancia médica al valor del perímetro de la cintura que a su peso. No es que este último no sea importante, sino que la magnitud del riesgo se estima hoy en día mejor con el centímetro que con la balanza. Habrá que acostumbrarse.
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